Telenovela

Quienes rondamos los 50 en Argentina recordamos coletazos de los 70 olvidados a golpes de años y una política del olvido que se nos imponía hasta en la mesa de las comidas con frases "¡Sh! No hables de política! ¡No digas Perón! ¡No preguntes mas por X! (En mi caso, "Cacholi", el amigo de la familia acribillado en la puerta de su casa, a dos cuadras de la nuestras y a plena luz del día). Pero la memoria es traicionera. O quizá lo sea el inconsciente. Yo recuerdo todavía las corridas para llegar a ver "Rolando Rivas Taxista" o "Piel Naranja". Y ya en dictadura, y con menos fervor, "Rosa de Lejos". Tengo imágenes de mi vieja frente a la pantalla blanco y negro con las manos en su boca mirando una escena. Era una época de gloria de la telenovela argentina. Luego en los 90, con el genio de guionista de Marcelo Caamaño tuve reminiscencia modernizada con el Conde de Montecristo. Otra cosa fue Andrea de Boca, fue un éxito, pero cartelizado para una edad y un sector: la pasión de las anteriores era nacional, como el futbol. México hizo de la telenovela una industria cultural y ganó batallas. A nosotros/as nos desmantelaron. Relacionar dictadura con el fin de la telenovela parece, quizá a primera vista, una hipérbole, pero preguntese si ustedes mirarían una serie que no mete el dedo en la llaga como hace "La casa de las Flores" con su mensaje antimachista, las sátira a la oligarquía mexicana de barrio cerrado o al narcotráfico en la continua aclaración que la marihuana que se vende "no está manchada de sangre". En esta ¡Viva México cabrones/as!


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