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Supermercado Disco Swaroski La clase media argentina es tan fantasiosa como otras. Quizá su diferencia específica sea cierta soberbia racista que la habilita imaginariamente a considerarse superior a otras de América Latina, y por lo tanto, más cercana a sus imágenes inexactas de una casta productiva de cantón suizo. Esto lo podés ver si un domingo a la tarde te das una vuelta por un super que no sea de proximidad (digamos "chinos"). Hace unos 4 años atrás era común ver familias enteras llenar carritos de cereales, leche, galletitas y alguna "delicatessen" sin agrotóxicos. Hoy, en cambio, da ¿Pena? ¿Gusto? ¿Gracia? ver como con ajadas decoloridas ropas, zapatillas de dos temporadas atrás, docenas de zombies con mala jeta (no superan los 24 en horario típico de la densa melanco porteña dominguera que se conjuraba con una comprita) pasean como hamsters enloquecidos por entre góndolas donde volvieron las sopitas Campbell´s (vade retro Pop Arte), el ketchup Keinz,
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EE.UU. Nunca fui a EE.UU., y no está en mis planes. Lo que conozco es por pelis y lecturas. La mejor:  América día a día  de Simone de Beauvoir ¡Libro maravilloso! O al menos parece coincidir con esas docenas de relatos de viajes, lecturas de ficción y teoría, letras de canciones, et al. En ese mamotreto de cientos de páginas, Simone relata una América tan diversa y conflictiva en la que ningún gringo se reconocería porque habla de muchas naciones en una.   Pero desde que compré Sunshine III. Un viaje por el país de la abundancia y el desperdicio (EE.UU)  en un puestito improvisado por un nuevo desocupado en el barrio de Caballito, y que devoré en pocos días, este libro de autor anónimo (un emprendimiento de una editorial llamada Capuchas y que hacen de la no firma una política cultural) entré en la mirada de un porteño que va a pasar una temporada en la casa de su vieja que se fue a vivir a Alburquerque y que él visita, aprovechando esas escapadas para recorrer California en cor
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Despolitizar ¿Cómo no caer en el abismo de validar cualquier cosa cuando sabemos que todo grito de "políticos corruptos" es la ideología del imperio llamando a que la gente abandone la política? Porque vamos que acá la transparencia es un discursito que se usa para perseguir todo intento de pensar un Estado dinámico, activo e interventor frente a los desmanes del capital neoliberal y neoconservador. Despolitizar con el discurso de la transparencia es un estrategia exquisita que quiere poner los tecnócratas (políticos multilaterales) en el lugar de dirigentes sociales, con representación popular y/o comunitaria. No se trata de justificar el afano, sino que no te tomen por boludo. Cada vez que te digan transparencia acordate de Laura Alonso: de campeona de la cristalería a justificadora de los peor. No comas gilada.
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Autopesadilla No la estamos pasando bien. Y aún así much*s se creen ciudadan*s de una meritocracia, porque aún no les socavaron toda la choza. Y en ese mundito se regodean mirando con desprecio hacia el costado, donde están quienes fueron a boxes por la malaria. Sentirse único es la peor mentira del mercado, una herida autoproducida por la que perdemos el aire del impulso para ir a la banquina. Y claro, como somos incapaces de un mínimo movimiento que nos saque del ombligo, seguiremos, patéticamente, llamando al mérito, culpando al otro. Hablar de lo colectivo, de las construcciones, de cuidar a otro les suena hippie o aburrido. Una pena, porque solo en esa situación te das cuenta que podés no ser igual a nadie. 
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Telenovela Quienes rondamos los 50 en Argentina recordamos coletazos de los 70 olvidados a golpes de años y una política del olvido que se nos imponía hasta en la mesa de las comidas con frases "¡Sh! No hables de política! ¡No digas Perón! ¡No preguntes mas por X! (En mi caso, "Cacholi", el amigo de la familia acribillado en la puerta de su casa, a dos cuadras de la nuestras y a plena luz del día). Pero la memoria es traicionera. O quizá lo sea el inconsciente. Yo recuerdo todavía las corridas para llegar a ver "Rolando Rivas Taxista" o "Piel Naranja". Y ya en dictadura, y con menos fervor, "Rosa de Lejos". Tengo imágenes de mi vieja frente a la pantalla blanco y negro con las manos en su boca mirando una escena. Era una época de gloria de la telenovela argentina. Luego en los 90, con el genio de guionista de Marcelo Caamaño tuve reminiscencia modernizada con el Conde de Montecristo. Otra cosa fue Andrea de Boca, fue un éxito, pero cart
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Girar 2 Detenerse no es garantía de pensar mejor. Pero estos días fríos en Buenos Aires invitan a pedalear a toda máquina para llegar a algún lugar en el que el clima sea más amable. Y si, enfundados la gente bicicletea a toda máquina ¿Pero que de se huye hoy en la calles de Buenos Aires? Detenerse un momento y ver lo ajado de la Ciudad asusta. La obra amarilla no encandila las señales de un deterioro horrible que se nota en las caras, los humores, la ropa, familias durmiendo en las calles, carteles en la universidades y colegios hablando de huelga, los bares vacíos. "Despertar" como un verbo que indica llevarnos a un lugar de realidad lo veo imposible, pero no improductivo. Pará un poco, mirá  descarnado. La Ciudad es rechine de furia. Quizá sea mejor parar a tiempo, y hacer gestos por el camino, de esos que te aseguren no estás solo/a en una cápsula.
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El fin de una especie Eastsiders  fue en sus comienzos una "web serie". De presupuesto bajo, con mucho primer plano y perfil psicológico de los personajes (algo poco usual en el cine americano), esta serie de bajo presupuesto llegó a Netflix por su éxito online. La historia no es compleja: basada en los devenires amorosos de una pareja gay de Los Angeles y los enredos con sus amistades y familias, Eastsiders  se basa en una una pregunta tan de los 90 y radicalizada en la comunidad gay post-leyes de matrimonio igualitario: ¿Por qué estamos juntos? Pregunta antigua que comenzó con las religiones monoteístas y continuó como "mandato religioso" de acuerdo a lecturas literales de textos canónicos ¿Qué agrega esta repregunta en una serie sobre una pareja gay en los 2000? Que la pregunta no tiene respuesta o posee varias, aunque no infinitas. Lo que vuelve tediosa esta serie tan entretenida es que, por momentos, la pregunta insiste tanto que se vuelve demasiado neoex